Cinema Nostrum

Blog de Rafael Nieto Jiménez, historiador del cine y empresario audiovisual

Crítica en 200 palabras (o casi): Origen (2010)

Origen

Lugar de proyección: mi hogar, dulce hogar.

Formato de proyección: Blu-ray.

Valoración: ★★★★ (Seguro que volveré a verla).

Ahí va la crítica:

Origen (Inception) (Christopher Nolan, 2010): No hay nadie actualmente como Nolan en el campo de la ciencia-ficción a la hora de poner en imágenes lo más inaprensible de la existencia, ya sean las complejas leyes físicas del universo –incluida la relatividad del tiempo– o la manipulación la mente a través de los sueños. El trío que Origen forma con Interstellar (2014) y Tenet (2020) pasará a la historia por saber llevar esos difíciles temas al gran público de la forma más fascinante posible. Seguramente muchos espectadores se pierdan cuando los personajes explican algunos aspectos científicos de las tramas –la gente ya no se concentra debidamente, me temo–, pero como es un maestro de la manipulación del tempo cinematográfico y, por tanto, del suspense, no creo que importe demasiado una vez se comprende el contexto que se nos plantea. En este caso los personajes, una banda que se introduce en los sueños de las víctimas para robarles un secreto o sembrar una idea en su mente, sirven también para reflexionar sobre las materias más misteriosas del ser humano y sus posibilidades de manipulación: los pensamientos y sentimientos plasmados en los sueños. Por tanto, una película filosófica de acción, la combinación más atrevida posible.

Criterio de valoración:
● (No debería haberla visto)
★ (Espero no volver a verla)
★★ (Podría volver a verla)
★★★ (Quizá la vuelva a ver)
★★★★ (Seguro que volveré a verla)
★★★★★ (La veré varias veces)

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5 pensamientos en “Crítica en 200 palabras (o casi): Origen (2010)

  1. Fernando en dijo:

    Segunda vez consecutiva que discrepo del autor de este blog en un mismo día. Después de haber despotricado, espero que no de una forma intolerablemente áspera, contra numerosas características negativas de «Río Grande», le toca a «Origen» el turno de ser blanco de mis insidias.

    Esta vez voy a extenderme un poco menos de lo habitual en mí, entre otras cosas porque ya formulé mi criterio acerca del sobrevalorado Nolan y de su discutible calidad global en mi comentario a la segunda crítica de la imprevistamente buena «Interstellar» publicada en este blog. Y no veo la necesidad de repetirme más de lo que ya suelo hacerlo.

    Ahora baste decir que apenas veo por ningún lado las excelsas cualidades de «Origen», que pienso que su poder de fascinación es un tanto escaso, y que considero que lo muy intrigante de su premisa argumental no justifica que su duración sea de 150 minutos de estar dándole vueltas inacabablemente a lo mismo; ni que en su obsesivo y grandilocuente afán por crear imágenes de impacto, y de hacer malabarismos con el espacio y el tiempo, se olvide de suscitar un poco de interés humano; ni que su supuesto ritmo trepidante se quede únicamente en atropellado y embarullado; ni, en fin, que confunda la complicación con la complejidad.

    La última frase del párrafo anterior no significa que, a la hora de seguir algunos de los aspectos científicos de la trama, yo me «perdiera» debido a un trastorno de déficit de atención. Me parece, no sé si ilusoriamente, haberlos asimilado todos sin el menor problema, aun cuando más de un auténtico científico de merecido prestigio ha asegurado que aquí son objeto de una risible tergiversación y simplificación para consumo de las masas.

    Mi queja primordial es que, a pesar del atrevimiento de Nolan -más teórico que real- combinando acción y filosofía en su coctelera, la verdad es que, si los Grandes Temas no van acompañados de Grandes Soluciones de Guión y Dirección, las intenciones se quedan en meras pretensiones. Y así es «Origen»: una película pretenciosa y profundamente insatisfactoria, un castillo de fuegos artificiales tan vacuo como lo es «Tenet», siempre que no nos dejemos engatusar por su aparatosa superficie. Eso no es obstáculo para que albergue unos cuantos pequeños puntos a su favor que logran que «Origen» no descienda a los espeluznantes abismos de aburrimiento de un Andrei Tarkovski y que resulte moderadamente entretenida… si uno rebaja mucho, muchísimo, su nivel de exigencia. Lo cual jamás puede ser buena señal.

    Una oportunidad malgastada. Otra más.

    • Tu subjetividad, je, te ha impedido sentir esa fascinación y ver su gran interés humano en el tormento que sufre el protagonista por no poder liberarse del recuerdo de su mujer, a la que llega a encerrar en un sótano psicológico en lo que es una plasmación visual de una metáfora propia de los sueños que, de nuevo, a mí me parece fascinante. A punto he estado de darle cinco estrellas, pero es que no llega a emocionarme como «Interstellar», esta sí una obra redonda en todos los sentidos.

  2. Fernando en dijo:

    Buen intento, Rafa, pero no cuela.

    La faraónica megalomanía de Christopher Nolan y el increíble predicamento popular de que goza dan que pensar sobre la Humanidad. Siempre ha habido, como es natural, farsantes circenses y numereros, pero tengo la impresión de que antiguamente no eran tantos y de que, además, su ascendiente se restringía sólo a unos cuantos cenáculos pedantescos.

    Yo no tendría inconveniente en seguir desenmascarando fraudes de esa calaña; aguardo impaciente la oportunidad de arremeter, por ejemplo, contra todo o casi todo lo que han realizado Martin Scorsese, Francis Ford Coppola, Woody Allen, Michael Mann, Peter Weir, John McTiernan o David Fincher. Pero mi desaliento es mayúsculo, y siento cada vez más que se trata de una labor inútil. Estos directorzuelos son como las cabezas de la hidra de Lerna: eliminas uno y enseguida te surgen dos nuevos, aún más nefastos y aún más exitosos, para sustituirlo. Por otra parte, ¿qué es mi pobre e insignificante persona a la que sólo leen cuatro gatos?

    Pero sigamos pese a todo.

    La inefable especialidad de Nolan es revestir de filosofeo barato -más que de filosofía genuina- cada una de sus historias, a fin de que no descubramos que en realidad estamos asistiendo a una ramplona peliculita de James Bond con ínfulas de trascendencia. Eso es todo, amigos. No os molestéis en buscar más, porque habitualmente no lo hay.

    Y, sí, «Interstellar» es un buen filme, a ratos excelente. Para variar. Pero de ninguna manera es redondo, ni merecedor de cinco estrellitas. (En una escala del 0 al 10, yo diría que la justa medida de sus aciertos es un 7,5.) Oh, Rafa, Rafa, tu perdición consiste en que ves con asiduidad, como buen cinéfago, tantas películas infames de tantos directores infames que, cuando por azar se te presenta alguna obra mínimamente apreciable, te parece, por comparación y por contraste, que estás ante el peliculón del siglo. En el país de los ciegos, ya se sabe, el tuerto es el rey. Practiquemos un poco, no obstante, el rigor lógico.

    Yo, por lo sibarita que soy en este terreno -en muchos otros no lo soy en absoluto e incluso se me podría tachar de zafio y basto-, procuro degustar únicamente las joyas fílmicas más preciosas de todos los tiempos, aunque a veces fracase miserablemente en el intento. Y así estoy en mejor situación, si no me llamo a engaño, de aquilatar las virtudes reales, suponiendo que tal cosa exista, de cada nueva propuesta cinematográfica.

    Que conste que no ignoro que tú también has procurado degustar las joyas fílmicas más preciosas de todos los tiempos (aunque no únicamente, ay), y en las mejores condiciones posibles. Pero me temo que eso fue hace ya muchos, demasiados años, y que actualmente te quedan muy lejanas a excepción de ciertas esporádicas revisiones muy infrecuentes. A ese respecto, deberías refrescarte la memoria más a menudo.

    Añadiré como apostilla final que, por si no bastara con todo lo anteriormente expuesto, ¡¡¡se me hiela la sangre al recordar que a lo largo de la larga duración de «Origen» hay que cargar con la omnipresencia del inaguantable Leonardo DiCaprio!!! Brrrr.

    • Realmente estamos en las antípodas, pues Scorsese, Coppola, Allen, Weir y Fincher para mí son imprescindibles. De todos ellos creo que he visto sus filmografías completas, o poco faltará, y muchas de sus películas más de una vez, así que los conozco bien y son muchas las horas de placer que me han proporcionado. Ciertamente, tu labor de desenmascaramiento sería inútil respecto a mí, pero puedes intentarlo con otros, je.
      Respecto a ver o no muchas películas de baja calidad, eso depende de qué busquemos en el cine. Yo hace tiempo que veo discutible considerarlo un arte y no pretendo degustarlo como quien va al Museo del Prado a ver las obras maestras. Para mí toda película me resulta interesante por muchos otros valores (sociales, políticos, eróticos…) ajenos a su consideración artística e incluso a las intenciones de sus autores, de ahí mi querencia por el cine español, y que me pueda solazar con las películas inmundas, siempre y cuando no me aburran, que es lo único imperdonable.
      Por otro lado, tengo cierto temor a volver a ver algunos clásicos, precisamente porque han cambiado mis intereses desde los lejanos años de mi cinefilia filmotequera y seguramente ahora me defrauden. A lo mejor Minnelli ya no me gusta, quién sabe.

  3. Fernando en dijo:

    Vaya, yo recojo, en nombre del fantasma de Minnelli, el guante de tu desafío. Es verdad que los amigos de hoy son los enemigos de mañana y, así, quizá el bueno de Vincente quedara tachado de tu lista de favoritos tras un proceso de reevaluación de los clásicos. Pero también es posible que al darles una nueva oportunidad ingresaran en esa lista Hitchcock y Sirk, magníficos cineastas con respecto a los cuales siempre has mostrado unas marcadas reticencias. Por lo demás, si la reputación de Minnelli, aunque nunca fue tan grande como debiera, ha capeado ya numerosos temporales, estoy convencido de que también podría capear el tuyo en caso de producirse.

    Me alegra, por cierto, que saques a colación a Vincente Minnelli, pues su caso resulta muy ilustrativo aquí por ser diametralmente opuesto al de los directorcillos que mencioné más arriba (ahora pienso que se puede muy bien añadir a esta cofradía los nombres de Robert Altman, Michael Cimino y Paul Thomas Anderson, pero hay incontables más) y que son expertos en dar gato por liebre.

    Vincente Minnelli es un directorazo experto en dar liebre por gato.

    En efecto, si uno excava bajo la superficie aparentemente banal y trivial de la mayoría de sus películas, lo que halla no es la nada más absoluta, sino abundantes cofres del tesoro repletos de maravillosos diamantes de toda condición.

    Cojamos el caso paradigmático de «Cautivos del mal». Lo que podría haberse reducido a un deplorable festín de cotilleos sobre las sórdidas interioridades de la Meca del Cine, es en realidad -gracias al Toque de Minnelli que a la manera del rey Midas convierte la basura en oro- una disertación de hondísimo calado sobre la dicotomía de la realidad y las apariencias, las relaciones de dominación y sometimiento, la sutileza de las técnicas de manipulación, la íntima relación de la crueldad y la ternura, el intercambio de papeles entre víctimas y verdugos, y el hecho de que, en este paradójico mundo, muchas veces ocurre que del mal sale el bien y del bien sale el mal. Eso es una lección de filosofía genuina, eso es una película redonda y de cinco estrellas.

    En «Cautivos del mal» los alardes de virtuosismo no están destinados a masajear el ego de un superautor ni a lucirse de cara a la galería. Su función es transmutar unos materiales poco prometedores, casi de fotonovela barata, y elevarlos a la categoría de arte puro mediante la alta alquimia del estilo… con la cooperación, no hay que olvidarlo, de un impresionante plantel de colaboradores mucho más deseosos de dar lo mejor de sí mismos que de reventar taquillas o cosechar premios en festivales. El resultado es una película cínica y romántica a partes iguales: tan inquietante como regocijante, tan devastadora como enriquecedora.

    A lo mejor, quién sabe, tu retorno a Minnelli tendría como consecuencia que te avergonzaras de haber sido tan indulgente con tantas películas hueras de talento y calidad, así como que tu capacidad de vibrar con los registros más exquisitos y delicados no acabara estragada algún día por culpa de haber ingurgitado tantos subproductos. Valdría la pena hacer la prueba. En todo caso, seguro que no te aburrirías en exceso.

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