Cinema Nostrum

Blog de Rafael Nieto Jiménez, historiador del cine y empresario audiovisual

Miguel Delibes y el cine español (3): La guerra de papá (1977)

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Tercera entrega de esta serie de artículos publicados previamente en la web del Instituto Cervantes. Las novelas del vallisoletano Miguel Delibes han servido de material para un importante conjunto de películas. No cabe duda de que su prosa, ágil, breve y muy dialogada, se ajusta bien al cinematógrafo, espectáculo del que él mismo era muy aficionado. La guerra de papá es, sin duda, una de las más recordadas por el público de aquellos años.

La infancia y la educación de los jóvenes son preocupaciones constantes en la obra de Miguel Delibes, como vimos al hablar de las películas El camino (1963) y Retrato de familia (1976). Mediante la evolución de sus protagonistas comprobábamos los efectos del entorno y sus familias en su forma de pensar y de sentir. En El príncipe destronado (1973) el autor vallisoletano se adentra más todavía en los orígenes de la personalidad al convertir en protagonista a un niño de tan solo tres años de edad que está dando sus primeros pasos en la vida dentro de un ambiente moralmente conservador.

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Quico vive en una familia acomodada de los años sesenta, con electrodomésticos y varias sirvientas a su disposición; no le falta, por tanto, nada de lo imprescindible para vivir. El piso donde vive es desde su perspectiva un mundo donde correr aventuras y aprender. Sin embargo, basta un arco temporal narrativo de solo diez horas de un mismo día para que también salgan a relucir tensiones familiares que el niño, lógicamente, no puede comprender, pero sí sentir. Tanto el lector de la novela como el espectador de esta adaptación cinematográfica asumirán la posición del jovencísimo protagonista con la ventaja de poder discernir mejor que él los problemas que se cuecen en esa familia, los prejuicios e hipocresías que anidan en ella y la posible influencia que tendrán en la formación moral de los hijos.

La película de Mercero traslada de forma casi literal gran parte de las situaciones y diálogos del libro porque el texto de Delibes tiene una estructura muy cinematográfica. Sus escasas descripciones, la ágil sucesión de escenas y los vivísimos diálogos favorecen esa traslación. Sin embargo, el cambio de título es indicativo del matiz que se quiere destacar. Como sucedía en Retrato de familia, estamos ante una película muy propia del momento histórico en que se rodó, la Transición a la democracia. Si el título de la novela hace referencia al posible complejo psicológico que el niño sufriría desde que ha dejado de ser el benjamín de la familia, dada la menor atención que le presta su madre, la película decide poner el acento en la guerra de papá, que no es otra que la guerra civil española en la que luchó junto a los vencedores.

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Ese conflicto bélico tiene gran importancia en esta familia. No sólo por ser una fuente de anécdotas para la numerosa prole, que ven al padre (Héctor Alterio) como un héroe de película, sino también por ser un grave motivo de discusión matrimonial debido a que la madre (Teresa Gimpera) es la hija de un republicano que quisiera evitar que sus hijos sigan los ideales de su marido. La violencia subyacente en la obra pasa a primer término con el nuevo título de La guerra de papá y cobra mayor importancia en una significativa secuencia. En ella Quico (Lolo García) y su hermano Juan (Eugenio Chacón), de cinco años, juegan a la guerra, disparándose el uno al otro como describe la novela. Pero en la película lo hacen cogiendo una pistola real del despacho del padre, simbolizando así una continuidad entre la violencia real y la que los niños practican inocentemente. El propio padre es consciente de que regalar un tanque a su hijo puede ser entendido por los demás como una incitación a la violencia, pero él prefiere que crezcan como hombres antes que como afeminados.

Aunque la película potencia las travesuras de los niños, inventando algunas que no estaban en la obra, para ganar la simpatía de los espectadores más jóvenes, no deja de ofrecer una profunda reflexión sobre la influencia de los padres —y de las sirvientas— sobre los hijos. Quico es testigo de las discusiones de sus progenitores, incluso de la incipiente infidelidad de su madre con el médico (Vicente Parra), y su rostro refleja que percibe algo anómalo en esas situaciones, pero no lo puede comprender. Tampoco esa guerra de papá, que su madre —en unas líneas de diálogo que no proceden de la novela— le explica en la última escena que algunos no quieren que termine aunque en realidad acabó y no se repetirá más. La influencia materna parece que se impondrá en este caso, igual que en la realidad no se repitió la Guerra Civil, pero sus palabras reflejan unos temores ante la vida similares a los de su hijo.

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