Cinema Nostrum

Blog de Rafael Nieto Jiménez, historiador del cine y empresario audiovisual

El retorno de Ingrid Rubio

La_estrella

Han pasado ya 16 años del estreno de Taxi (Carlos Saura, 1996), aquella inverosímil película de violentos taxistas fachas que hoy sólo merece la pena recordarse por haber sido el resplandeciente debut cinematográfico -premiado con una Mención Especial en el Festival de Cine de San Sebastián- de Ingrid Rubio, una joven de 20 años que hasta ese momento sólo había participado en una serie de televisión, Secrets de família (1995), después de haber hecho, según sus palabras en la revista Cinemanía (enero de 1996), «una especie de terapia con el método Stanislavski» porque se aburría de su trabajo y de sus estudios de relaciones públicas. Aquel mismo año también ganaba el Goya a la Mejor Actriz Revelación por Más allá del jardín (Pedro Olea, 1996), donde mantenía el tipo ante toda una Concha Velasco y se confirmaba como una de las actrices jóvenes más prometedora del momento. Desde entonces ha tenido una carrera estable dentro de lo que cabe en nuestro cine, pero la escasez de grandes éxitos comerciales la han relegado a un escalón inferior del estrellato nacional a pesar de su enorme talento, nuevamente demostrado en la película que llegará a los cines mañana, La Estrella (Alberto Aranda, 2013). (ATENCIÓN: SI NO QUIERES QUE TE DESTRIPE LA PELÍCULA NO SIGAS LEYENDO)

Basada en la novela homónima de Belén Carmona, el título de La Estrella hace referencia al personaje encarnado por Ingrid Rubio, una chica vitalista que lucha para salir adelante en Santa Coloma de Gramanet, la población a donde sus padres emigraron desde Andalucía. Trabaja como limpiadora en un tanatorio y vive enamorada de su novio Salva (Marc Clotet), un joven ambicioso que por fin logra un trabajo de responsabilidad en una inmobiliaria y, por tanto, espera dar a Estrella una vida mejor. Sin embargo, cuando Estrella descubra los malos tratos que su mejor amiga, Trini (Carmen Machi), recibe de su marido (Carlos Blanco), decidirá que nunca más dependerá de ningún hombre para ser feliz y abandonará a un novio que en realidad sólo se ha preocupado de sí mismo.

Estamos sin duda ante una película feminista de mujeres luchadoras y hombres incapaces de comprenderlas, donde la única excepción es Baltasar (Fele Martínez), el bohemio músico que corteja a Estrella. Como suele suceder cuando el cine español se adentra en temas sociales, el maniqueísmo echa por tierra las intenciones de la propuesta. En este caso, además, el personaje de Fele Martínez parece contradecir el discurso subyacente en el guión porque Estrella se atreve a tomar su decisión final porque sabe que hay otro hombre que la espera.

No profundizaré en los defectos del guión y la puesta en escena porque el motivo de este artículo es en realidad celebrar el retorno de Ingrid Rubio a nuestra pantallas con un personaje que le ha permitido, pese a lo dicho, mostrar sus mejores dotes. Es cierto que en diciembre pasado estrenó la apocalíptica Los días no vividos (Alfonso Cortés-Cavanillas, 2012), donde también tenía algunas escenas de mérito, pero la cruda realidad es que sólo la vieron ¡289  espectadores! debido a la inexistencia de campaña publicitaria alguna. La Estrella, en cambio, le ha permitido a Ingrid Rubio volver al primer plano de la actualidad cinematográfica como absoluta protagonista de la función. Cuando vemos de nuevo su grácil cuerpo y su aniñado rostro se diría que no ha pasado el tiempo por ella, pero su interpretación sí muestra una madurez que nos empieza a recordar a su admirada Victoria Abril, sobre todo cuando recurre a sus eficaces miradas perdidas -con esos ojos tan abiertos que la caracterizan- en los momentos de reflexión. Conmueve cuando se desvive por ayudar a su amargada amiga -también magnífica Carmen Machi-, y transmite veracidad en su desconcierto cuando no consigue su propósito de salvarla, pero sus mejores matices aparecen cuando, después de haber expresado su incondicional amor por Salva, notamos como poco a poco se va resquebrajando su confianza en él.

Es un gran trabajo, pero debido al panorama actual de la taquilla, donde cada vez lo tienen más difícil las películas de tono medio que luchan entre el cine de gran espectáculo y el de minorías selectas, es de temer que una vez más a Ingrid Rubio le sea esquivo el éxito comercial y que para cuando llegue el reparto anual de premios, a partir de diciembre, la película haya quedado en el olvido para los profesionales que los deciden, siempre tan olvidadizos cuando no hay una campaña mediática que les ayude a recordar.

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