Crítica en 200 palabras (o casi): Dersu Uzala (1975)
Lugar de proyección: mi hogar, dulce hogar.
Formato de proyección: Blu-ray.
Valoración: ★★★★★ (La veré varias veces).
Ahí va la crítica:
Dersu Uzala (Akira Kurosawa, 1975): He aquí la película más hermosa que conozco y seguramente la más hermosa de la historia del cine. Es bella en el sentido estético en cada uno de sus planos –composición e iluminación están a la altura de la grandeza de la naturaleza que describe– pero sobre todo en el sentido moral, con unos personajes que transpiran auténtica humanidad por todos sus poros. Esta historia de amistad entre un capitán del ejército que penetra en la taiga para cartografiar el terreno y un solitario cazador que habita en ella, es conmovedora porque es la amistad entre un ser puro, capaz de ayudar incluso a los extraños que nunca conocerá, y otro ser honesto que, además de valorar la pericia sobre el terreno de aquél, descubrirá la grandeza de su inocente bondad. Es una amistad forjada en las dificultades del viaje, incluso en el peligro de muerte, siendo así también una película de aventuras y, como en las grandes películas del género, una película de aprendizaje vital. Solo el inevitable paso del tiempo mermará las facultades del noble cazador, convirtiendo la parte final en una desgarradora elegía a la vida en comunión con la naturaleza a pesar de su implacable dureza.
Criterio de valoración: ★ (Espero no volver a verla) ★★ (Podría volver a verla) ★★★ (Quizá la vuelva a ver) ★★★★ (Seguro que volveré a verla) ★★★★★ (La veré varias veces).
Preciosa película, preciosa reseña. Maravilloso modo de inaugurar el Año Santo Cinéfilo.
Sin duda es una de las mejores creaciones de Akira Kurosawa, aunque yo personalmente prefiero «Los siete samuráis», «Barbarroja» o «Ran». Pero, bueno, no vamos a pelearnos por una fruslería como ésta.
Y, también sin duda, Kurosawa es uno de los mejores directores del mundo y, desde luego, el mejor del Japón, muy por encima de los para mí sobrevalorados Mizoguchi y Ozu: en general más plomizos que amenos, a pesar de alguna que otra obra notable como «Cuentos de la luna pálida» y «Buenos días».
A diferencia de las muestras más infantiles y superficiales del género de aventuras (como el antipático James Bond o el simpático Indiana Jones), y a semejanza de los grandes relatos literarios itinerantes del siglo XIX, «Dersu Uzala» no está protagonizada por superhéroes sino por seres muy humanos de carne y hueso; y no sólo ocurre que los héroes -por llamarlos de alguna manera- cambian los acontecimientos, sino que también los acontecimientos cambian a los héroes.
Finalizo recordando un divertido comentario publicado por un espectador ruso en IMDB, que más o menos decía así: «La película es muy buena y merece todos los elogios que aquí ha recibido; pero ustedes los espectadores norteamericanos y de Europa Occidental son muy ignorantes de la geografía rusa. No está filmada en Siberia: no está filmada en la tundra, ni en la taiga, ni en la estepa. Está filmada en Primorsky Krai, una región en el extremo oriental de Rusia, cuya ciudad más importante es Vladivostok.»
Gracias por el elogio a la reseña, je, pero contestaré al espectador ruso:
Sin duda, somos muy ignorantes en muchas cosas, y Rusia sigue siendo una gran desconocida para los occidentales. La película transita por diversos paisajes y poco importa donde se rodara para apreciar su belleza, pero el término taiga es el que se usa en la película en cierto momento. ¿O estarán también equivocados los subtítulos?
¿Por qué no iban a estar equivocados los subtítulos? Habiendo trabajado en diversas facetas del negocio -a veces arte- de la traducción, estoy en condiciones de decir, a ese respecto, aquello de «yo he visto cosas que vosotros no creeríais». Ya se sabe: traduttore, traditore. Por lo demás, se ha escrito mucho -demasiado- sobre los presuntos daños irreparables que a las películas extranjeras les hace el verlas dobladas, incluso excelentemente dobladas; pero ya va siendo hora de que alguien instruya convenientemente al público sobre los inequívocos daños irreparables que puede hacerles el verlas subtituladas… en especial el verlas mal subtituladas y cuando están habladas en un idioma que los espectadores dominamos poco o nada.
Al margen de esto, el citado espectador ruso, creo recordar, pasaba a señalar humorísticamente el único defecto argumental que él advertía, situado en el último tramo de la narración: el capitán cartógrafo debería haberle regalado al solitario cazador, no un imponente rifle de precisión, sino unas buenas gafas graduadas, y con ello habría contribuido más adecuadamente a su supervivencia en las tierras vírgenes durante su miope vejez. (Claro que así nos habríamos quedado sin la melancólica poesía del desenlace de la película. ¡Cuántas veces no sucede que hay que sacrificar la verosimilitud a la emoción! Recordemos, por si alguna vez lo hubiésemos olvidado, que Kurosawa era un fabulador y un poeta, no un documentalista ni un burócrata.)
Aprovecho, de paso, para hacer constar un par de pensamientos adicionales míos propios que se me han venido a la cabeza en el entretanto acerca de «Dersu Uzala».
Me he pasado gran parte de los ratos de ocio de mi ya larga vida procurando ver lo mejor del cine universal de todos los tiempos en las mejores condiciones posibles. Sin temor a equivocarme afirmo que Akira Kurosawa es el cineasta que mejor ha filmado nunca la Naturaleza. Nada iguala la forma en que él ha acertado a presentarnos la tierra, el agua, la hierba, los bosques, la lluvia, el barro, los ríos, las nubes, la nieve, las montañas, el cielo, el viento, las tempestades… Parece evidente, así, que «Dersu Uzala» era un proyecto que le venía pintiparado para desplegar una de sus grandes cualidades, cosa que no dejó de hacer cumplidamente. Pero el uso que hace Kurosawa de los entornos naturales (al igual que el que hace Minnelli de los decorados artificiales) no tiene como propósito dejar boquiabiertos a los espectadores más pazguatos, abrumándolos con un esteticismo vacuo o con colorines de postal, sino hacerles percibir sensorialmente las condiciones materiales que determinan las impresiones, las ideas y los actos de sus personajes, con el afán de que los conozcamos y justipreciemos a fondo. Kurosawa era un gran estilista, sí, pero ante todo era un gran humanista; y todo en su arte se supedita a esto último, como debe ser.
En «Dersu Uzala» se emplea el teleobjetivo con cierta asiduidad. Los hipotéticos lectores que hayan venido siguiendo atentamente mis aportaciones a este blog ya estarán familiarizados, a estas alturas, con la escasa simpatía que por regla general me despierta el teleobjetivo, un recurso visual que hallo de lo más discutible y peligroso. Pero, en esto como en todo, siempre hay que dejar de lado los dogmatismos y ver caso por caso: el veneno en manos del sabio es medicina y la medicina en manos del necio es veneno, según avisa atinadamente la sabiduría popular. El empleo del teleobjetivo por parte de Kurosawa (quien ya empezó a explorar concienzudamente sus posibilidades a mediados de los años 50, cuando casi nadie lo utilizaba) no tiene nada de rutinario y acomodaticio, sino que, antes bien, resulta sumamente expresivo e imaginativo; lo mismo cabría decir del empleo del recurso visual antitético, el gran angular, por parte de Orson Welles, otro heterodoxo que nunca rehuía los experimentos arriesgados. Por otro lado, apenas hay en todo «Dersu Uzala» más que tres o cuatro zooms, y eso en una época (los años 70) en que casi todos lo utililzaban a troche y moche, a diestro y siniestro -más siniestro que diestro-, viniera ello a cuento o no. Esto demuestra una vez más, si falta hiciere, que Kurosawa era un artista con una fortísima personalidad que le permitía hacer caso omiso, con señorial indiferencia, de las imposiciones del mercado y los vaivenes de las modas. Como una vez dijo Jean Cocteau, la moda es lo que pasa de moda. Kurosawa, en cambio, permanecerá.
Pues es verdad lo de las gafas. Tantas veces que la he visto y no lo había pensado, lo ciego que uno puede estar, nunca mejor dicho. Pero haremos la vista gorda, je, para no fastidiarnos el emocionante final.