Miguel Delibes y el cine español (8): Una pareja perfecta (1998)
Octava entrega de esta serie de artículos publicados previamente en la web del Instituto Cervantes. Las novelas del vallisoletano Miguel Delibes han servido de material para un importante conjunto de películas. No cabe duda de que su prosa, ágil, breve y muy dialogada, se ajusta bien al cinematógrafo, espectáculo del que él mismo era muy aficionado. Diario de un cazador, una de sus obras más conocidas, no se llevó al cine, pero sí su secuela más tardía, Diario de un jubilado, con un resultado más bien inconsistente:
La dicotomía campo-ciudad, que en tantas ocasiones ha vertebrado la vida de los personajes de Miguel Delibes, tiene en el personaje de Lorenzo, el cazador, un ejemplo paradigmático. A lo largo de los tres diarios que publicó con él como protagonista —Diario de un cazador (1955), Diario de un emigrante (1958) y Diario de un jubilado (1995)— observamos su compenetración con la naturaleza a través de la caza. No es su sustento principal, pero sí una vía de escape de las ataduras laborales y familiares que la vida le impone. Tras experimentar la desilusión de la emigración a América, en el tercer diario lo encontramos ya jubilado —también de la caza— y acomodado a la sociedad de consumo en la capital de provincias donde vive. Este último diario no tiene el sabor literario que reconocemos en Delibes cuando nos describe la vida rural, y por eso parece algo insatisfactorio; quizás debido a la aclimatación del estilo a la insípida vida moderna que describe, bastante menos poética.
La adaptación de Rafael Azcona ahonda en esa desnaturalización del Lorenzo que conocimos en los años cincuenta porque ni siquiera respeta su edad y condición. Si Delibes nos relata los entretenimientos lúdico-laborales de un prejubilado de sesenta años contratado para acompañar en sus paseos a un viejo poeta (José Sazatornil), en la película nos encontramos con un desempleado de cuarenta y tres (Antonio Resines). La diferencia es grande porque no solo tenemos a un personaje con preocupaciones vitales muy diferentes, sino que la diferencia de edad respecto al poeta lleva la relación a un terreno muy diferente. Para Delibes hay cierta camaradería entre dos hombres de muy diversa cultura pero que saben que están afrontando la etapa final de sus días; mientras que para Betriu no parece estar clara esa relación, que no es de padre e hijo, ni estrictamente de señor y criado, pero que acaba siendo más estrecha que lo relatado por el novelista.
El otro eje narrativo que sufre con ese cambio es el relativo a la relación de Lorenzo con su mujer, Anita (Kiti Manver). Tanto en la novela como en la película, Lorenzo le es infiel con una mujer que luego le chantajea con unas fotos comprometedoras. Pero aquí la ruptura matrimonial que en el Diario de un jubilado se remedia gracias al perdón de una Anita que no deja de ser una mujer tradicional y que, además, ama a su marido, no tiene enmienda posible. Es más, Azcona explota al máximo la situación para llevarnos al terreno de la sátira de costumbres: el matrimonio participará, después de su ruptura, en el tanto tiempo anhelado concurso televiso La pareja perfecta y perderán el premio debido precisamente a la incapacidad para perdonar de ella. Parece decirse así que en este mundo moderno, donde el dinero manda, no cabe una reconciliación desinteresada.
Pero Lorenzo no se queda solo. Su nueva «pareja» será el poeta, con el que en la última escena disfruta de la parcela que había comprado para hacerse un chalet, subyugado por la obsesión consumista que embarga a la sociedad. Dada la condición de homosexual del poeta, que Lorenzo conoce muy bien porque ha sido objeto de sus explícitos requerimientos, ¿cabe imaginarles un futuro en estrecha compañía? Todo es posible después de haberse transformado de tal modo al Lorenzo imaginado por Delibes.