Crítica en 200 palabras (o casi): El coleccionista de cadáveres
Lugar de proyección: mi hogar, dulce hogar.
Formato de proyección: DVD.
Valoración: ★ (Espero no volver a verla).
Ahí va la crítica:
El coleccionista de cadáveres (Cauldron of Blood) (Santos Alcocer, 1968): Entre los muchos subproductos que rodó Boris Karloff en sus últimos años aquí tenemos una extraña coproducción hispano-estadounidense que, como las otras, tampoco aportaría nada a su carrera. De hecho, no aportaría nada a ninguna de las viejas glorias que aparecen –Viveca Lindfors y Jean-Pierre Aumont– ni a las chicas jóvenes que embellecen el paisaje humano –Rosenda Monteros y Dyanik Zurakowska–, porque hay poco que salvar de este completo bodrio, como no sean los decorados que realizó Gil Parrondo para el palacio y las mazmorras donde sucede parte de la acción. En dicho lugar, un escultor ciego dominado por su mujer y relaciones públicas –¿será una referencia a Salvador Dalí y Gala?– ejecuta sus obras usando como estructura interna los esqueletos de cadáveres auténticos, pero sin saber que ella no se los proporciona robándolos del cementerio, sino encargando los asesinatos que convengan. Un fotógrafo de prensa que pretende revitalizar el pueblo costero donde viven, y así dar un pelotazo inmobiliario, acabará descubriendo la verdad mientras los espectadores hacen esfuerzos inusitados para no bostezar. Está tan mal rodada que a veces parece cine amateur, pero ni siquiera comete excesos visuales o narrativos que puedan hacerla inolvidable de algún modo.
Criterio de valoración:
● (No debería haberla visto)
★ (Espero no volver a verla)
★★ (Podría volver a verla)
★★★ (Quizá la vuelva a ver)
★★★★ (Seguro que volveré a verla)
★★★★★ (La veré varias veces)