Crítica en 200 palabras (o casi): Lo importante es amar (1975)
Lugar de proyección: mi hogar, dulce hogar.
Formato de proyección: DVD.
Valoración: ★ (Espero no volver a verla).
Ahí va la crítica:
Lo importante es amar (L’important c’est d’aimer) (Andrzej Zulawski, 1975): No sé si lo más importante es amar, pero hacerlo como los personajes de esta película no parece lo más sano. Porque una cosa es el amor loco y otra el amor idiota representado por el fotógrafo que protagoniza este sórdido melodrama. Fascinado por la belleza de una actriz de escaso éxito interpretada por Romy Schneider, lo que no es para menos, decide endeudarse para financiar en secreto una obra de teatro donde ella pueda lucirse. Antes no ha querido pagar por acostarse con ella porque es un romántico, un hombre fuera de lugar en un mundo mucho más materialista y escéptico. Pero no es un amor idiota por eso, sino porque Zulawski no sabe como hacer que Fabio Testi lo exprese de modo coherente. Abundan los personajes histéricos y ridículos –hasta sale Klaus Kinski– que se desplazan por decorados destartalados que no sabemos si son una opción estética o simple falta de medios, y que parlotean sin descanso para no decir nada verdaderamente interesante. Es un claro ejemplo de cine pretencioso presuntamente rodado con pasión, pero que vista hoy parece más bien que su cámara inquieta y su música a destiempo son producto de la falta de pericia.
Criterio de valoración:
● (No debería haberla visto)
★ (Espero no volver a verla)
★★ (Podría volver a verla)
★★★ (Quizá la vuelva a ver)
★★★★ (Seguro que volveré a verla)
★★★★★ (La veré varias veces)
Bien dicho, o bien escrito, Rafa. Recuerdo que en el momento de su estreno en España, en los así llamados «cines de arte y ensayo», se creó, entre la crítica y el público, una especie de secta de enfebrecidos admiradores de esta obra del desmandado Zulawski -admiradores nada desdeñables en nómina ni en número-, y que, cuando por fin la vi años después, me quedé rascándome la cabeza, asombrado de que un engendrillo esnob, un caos histérico, suscitara unas pasiones tan insensatas como las que aquejan a sus personajes protagonistas.
Posteriormente vi otra película del mismo presunto genio, «Posesión» (1981), y, sin que yo me animara precisamente a calificarla de magistral, y sin que me pareciera exenta de efectismos desmelenados, por lo menos le encontré cierta gracia retorcida y cierta imaginación turbadora. En resumidas cuentas, la juzgué aceptable tirando a buena. Aun así no he proseguido jamás el examen del resto de la obra de Zulawski, no sólo porque, salvo excepciones, apenas ha tenido difusión en España fuera de festivales y filmotecas, sino porque me temo que las sensaciones que provocaría en mí bascularían fundamentalmente entre la irritación y el aburrimiento.
Ya te he comentado alguna vez, Rafa, que no alcanzo a entender la fascinación que algunos dicen sentir por la década fílmica de los años 70 del siglo pasado, uno de cuyos exponentes paradigmáticos sería «Lo importante es amar». Casi lo único que yo hallo en la mencionada década, lo mismo en Hollywood que en el resto del mundo, es a un puñado de directores jovenzuelos ahítos de mitomanía cinéfila y escasos de experiencia vital, tan fascinados por la horrenda estética visual de derribo como un tonto por un lápiz, y empeñados ora en desmitificar y abolir, con una actitud irresponsablemente frívola, todo lo que se les ponga por delante, ya sea bueno, malo o regular, ora en facturar insípidos refritos de las películas favoritas de su niñez.
Verdad es que, en la mencionada década, los gigantescos avances en la libertad de expresión cinematográfica, y también el desparpajo con que se pudieron tratar muchos temas que antiguamente eran un tabú social, constituyeron logros dignos de ser celebrados por todo lo alto. Lástima que existiera tan poca gente capaz de sacarles auténtico provecho artístico, más allá de mamarrachadas sensacionalistas con un coyuntural y efímero prestigio. En mi opinión, lo mejor y casi lo único realmente bueno de entonces fueron las grandes obras crepusculares y finales de los viejos maestros cuya edad frisaba en los setenta o incluso los ochenta años: Minnelli, Hitchcock, Cukor, Wilder, Huston, Mankiewicz, Buñuel, Kurosawa, etc. No obstante, éstas fueron obras generalmente desdeñadas y hasta injuriadas a raíz de su estreno, si bien su reputación ha aumentado inconmensurablemente con el correr del tiempo, a diferencia de lo sucedido con los pseudo-filmes que en aquella época suscitaron relinchos de entusiasmo y babear de arrobamiento y que prácticamente nadie desea ver o rever en la actualidad.
A mí me gustan los años 70 del cine norteamericano, tanto por los temas como por la estética de la época. Es una debilidad personal apoyada en muy buenas películas aunque no estén a la altura de los maestros que citas. Por el cine europeo de los mismos años no siento tanta admiración, hay demasiada pose de autor. A Zulawski le daré otra oportunidad, ya que Posesión está disponible en DVD.