Crítica en 200 palabras (o casi): Los jueces de la Biblia (1965)
Lugar de proyección: mi hogar, dulce hogar.
Formato de proyección: DVD (origen TV).
Valoración: ★ (Espero no volver a verla).
Ahí va la crítica:
Los jueces de la Biblia (I grandi condottieri) (Marcello Baldi y Francisco Pérez-Dolz, 1965): No creo que haya un género cinematográfico que haya dado resultados artísticos más pobres que el péplum, pero incluso esa indigencia fílmica tuvo una época dorada seguida de un rápido declive. Esta coproducción hispano-italiana pertenece claramente al declive, tanto por su año de realización como por su pobre puesta en escena. Y eso que no parecen faltarle medios a juzgar por la cantidad de figurantes que aparecen en pantalla y la magnitud de los decorados construidos en Cinecittá, si es que no son reciclados de otras películas. Además, narrativamente se encuentra con dos graves problemas. El primero, que en realidad son dos películas en una, pues cuenta dos historias independientes pertenecientes al libro de los Jueces de la Biblia, una centrada en Gedeón y otra en Sansón. El segundo, su incapacidad para solventar el problema de verosimilitud que plantean las historias bíblicas, donde todo queda al capricho de la voluntad de Yahveh, convirtiendo a sus protagonistas en mero peleles al servicio de un mensaje ideológico tampoco demasiado edificante, pues pretende justificar el supremacismo del pueblo de Israel. Solo cabría salvar el dinamismo y sentido del humor de la primera parte, pues la segunda nos lleva al más profundo aburrimiento.
Criterio de valoración: ★ (Espero no volver a verla) ★★ (Podría volver a verla) ★★★ (Quizá la vuelva a ver) ★★★★ (Seguro que volveré a verla) ★★★★★ (La veré varias veces).
Coincido contigo por entero en que el cine bíblico (otro día podemos abordar las demás vertientes del «peplum»: las películas de romanos imperiales y de egipcios faraónicos) es quizá el género, o subgénero, que menos obras apreciables ha dado en toda la Historia del Cine… aún menos que el cine erótico o el de terror / fantástico / ciencia-ficción, que ya es decir.
Mi explicación de tan irrefutable hecho es también muy parecida a la tuya. La Biblia, para los que nos hemos zafado mejor o peor del aberrante lavado religioso de cerebro al cual se somete a casi todos los niños del hemisferio occidental desde el momento mismo de nacer, empleando para ello unas técnicas de manipulación psicológica que abochornarían a los torturadores vocacionales de la KGB y la CIA, es poco más que un cómic de superhéroes (con personajes que vuelan, resucitan, son invulnerables al fuego y a los proyectiles, tienen poderes parapsicológicos o telekinésicos, etc.) bastante maniqueo, solemne y pesadito, aparte de que rebosa de una descarada propaganda sionista y presenta un ideario filonazi -¿quién habría podido suponerlo?- con su dogmática doctrina racista del pueblo elegido y la raza superior, salpimentada con una rampante apología del machismo, la homofobia y el genocidio. Todo eso sin contar con que es un libro que está trufado de mentiras históricas, científicas y psicológicas y que fue redactado por gentes bárbaras, ignorantes y supersticiosas.
Discutibles y malsanos puntos de partida, pues, son ésos. Encima hay que tomar en consideración que el cine bíblico, a fin de amortizar los inmensos costes de producción, o superproducción, que por regla general implica, suele estar concebido de tal manera que pueda ser visto en familia por una extensa masa de ciudadanos conservadores y mojigatos. Una perspectiva escalofriante donde las haya.
Yo no he visto el film que aquí comentas, ni ganas que tengo. (Dios me libre, jajaja.) Pero me gustaría dejar constancia, con tu permiso, de que a pesar de los casi insalvables obstáculos ya enumerados pienso que existen unas cuantas películas bíblicas que merecen la pena, por muy extraño que esto suene.
La mejor para mí, sin discusión, es la magnífica «Salomón y la reina de Saba» (1959), el testamento artístico de King Vidor, uno de los más grandes directores que ha habido jamás. No ignoro que la reputación actual de esta obra es baja, tirando a nula. Yo mismo, la primera vez que la vi, no le atribuí mucho mérito; ello tuvo lugar en la Filmoteca, con una copia muy «machacada» a la que, entre la deficiente conservación y los cortes de censura, le faltaban más de 20 minutos de metraje; para colmo de males, el doblaje franquista era espantoso, con unas voces inapropiadas y ridículas, y también con los diálogos muy alterados y falseados por las bestias censoras. Sin embargo, cuando pude verla finalmente en inglés y en versión íntegra, en un decente DVD, quedé maravillado por su majestuosidad, su fluidez y su sabia combinación de espectacularidad épica e intimismo inteligente; y, por lo demás, la posibilidad de contemplar a Gina Lollobrigida bailando semidesnuda la danza de la fertilidad para seducir a Salomón no es algo con lo que la vida nos obsequie a menudo.
Otras películas bíblicas no tan buenas, pero bastante buenas de todos modos, que recuerdo haber visto con notable agrado, son «David y Betsabé» (1951) de Henry King, «Esther y el rey» (1960) de Raoul Walsh, «Barrabás» (1961) de Richard Fleischer, «Rey de reyes» (1961) de Nicholas Ray, y «Sodoma y Gomorra» (1963) de Robert Aldrich. No quiero cerrar estas anotaciones sin mencionar «La Biblia» (1965) de John Huston, la cual, aunque posiblemente constituya la peor película de toda la carrera de su extraordinario autor, resulta aceptable en su conjunto, es visualmente espléndida y encierra un inolvidable episodio, el de Noé, que ocupa media hora de las casi tres que dura la función y es prácticamente una obra maestra en sí mismo.
Lo cual demuestra, creo, que un genuino talento artístico, intermitente o permanente, es capaz de sortear casi cualquier escollo que tenga por delante.