Miguel Delibes y el cine español (9): Las ratas (1997)
Novena entrega de esta serie de artículos publicados previamente en la web del Instituto Cervantes. Las novelas del vallisoletano Miguel Delibes han servido de material para un importante conjunto de películas. No cabe duda de que su prosa, ágil, breve y muy dialogada, se ajusta bien al cinematógrafo, espectáculo del que él mismo era muy aficionado. Las ratas es la última adaptación por el momento:
El camino (1950) y Las ratas (1962) son, respectivamente, la primera y la última de las novelas de Miguel Delibes que fueron llevadas al cine. Ambas constituyen un emotivo díptico sobre la infancia en el medio rural, pero tienen un tono muy diferente debido a las diferentes condiciones en las que viven sus protagonistas. Tanto Daniel el Mochuelo, en la primera, como el Nini en esta que nos ocupa viven perfectamente compenetrados con el entorno, ignorantes de lo que pueda haber más allá de su pueblo, pero sabios respecto a la naturaleza que los rodea. Ninguno quisiera dejar esa vida. Sin embargo, las condiciones de la del Nini son mucho más duras que las de su antecesor literario.
Como si Delibes quisiera dar una versión extrema de su protagonista anterior, presenta al Nini (Álvaro Monje) como un auténtico adivino, un pequeño Dios que todo lo sabe sobre la naturaleza y que incluso es capaz de predecir el clima con exactitud. También sus condiciones de vida son más extremas: habita en una cueva al cuidado de su padre (José Caride) y se alimenta principalmente de las ratas que ambos consiguen cazar. Aunque es evidente que sus condiciones de vida son duras, el padre —con síntomas aparentes de retraso mental— se empecina en rechazar la oferta del alcalde de cambiar su cueva por una casa de bajo alquiler, mientras que el Nini rechaza todo intento de la Resu (Susi Sánchez), la beata del pueblo, por que vaya a la escuela. De nuevo, pues, nos encontramos ante una resistencia frente al progreso, ante un empecinamiento todavía más irracional que el del ingenuo Daniel de El camino. Al Nini le basta con saber lo que la naturaleza le ha enseñado, no le interesan las «cosas inventadas», como él llama a los logros de la modernidad.
La adaptación de Giménez-Rico —la tercera de este director sobre obras del escritor vallisoletano— ilustra casi exhaustivamente todos los pasajes de la novela. Solo nos ahorra los detalles argumentales más tremendos, como el hecho de que la madre del Nini sea a la vez su tía y acabara en un manicomio. Es pues, una adaptación casi literal, pero suavizada, que busca su fuerza expresiva en transmitir las sensaciones atmosféricas, en marcar el paso de las estaciones rodando en distintas fases a lo largo del año. Es el principal mérito de la película junto a su carácter casi documental a la hora de aproximarse a la fauna de lugar. En cambio, el paisaje humano y sus vicisitudes no resultan tan convincentes. La puesta en escena pretende ser seca, árida, pero más bien parece tosca, incluso estática, mientras que las interpretaciones no encuentran el tono natural que sería de esperar porque son impostadas, teatrales, en demasiadas ocasiones.
La distancia que media entre la desnuda y emotiva puesta en escena de Ana Mariscal en El camino (1963) y la artificiosa aridez de la de Giménez-Rico en Las ratas (1997) quizá sea la misma que existe entre una sociedad —y un cine español que es reflejo de ella— que todavía tenía próximas las raíces rurales de las que venía y una España moderna que solo se acuerda de los pueblos para ir de vacaciones y, por tanto, solo consigue apreciar superficialmente su verdadera naturaleza. En cualquier caso, la literatura de Delibes ha ayudado a nuestro cine a dar testimonio de un mundo siempre en extinción, pero nunca del todo desaparecido. Como si esa fuera su principal misión, una vez adaptadas al cine todas sus novelas de ambiente rural en estos veinte años trascurridos el cine español no ha vuelto a acordarse del insigne escritor.