El hombre detrás de la máscara: I Am Your Father
La historia del cine está repleta de personajes sin rostro, ocultos tras inquietantes máscaras para aterrorizar a los espectadores. Sus artificiales facciones han quedado grabadas en nuestra mente pero, privados de su gestualidad facial, los actores que los han encarnado no han tenido muchas posibilidades de ser reconocidos. Darth Vader quizá sea el ejemplo más popular debido a su indudable eficacia iconográfica y a un abrumador merchandising mantenido durante más de tres décadas. David Prowse, el corpulento actor que se movía debajo de su oscuro traje y su metalizado casco, siempre ha sido –menos para los más incondicionales de la saga espacial– un desconocido. Gracias a este documental dejará de serlo un poco menos.
Una película de esta naturaleza solo puede ser fruto de la pasión de sus directores por la trilogía original de Star Wars. Si valoramos de un modo desapasionado su motivación principal –la injusticia de que Prowse fuera sustituido por otro actor en el esperado momento en el que Luke Skywalker descubría el rostro de su padre–, no parece suficiente para realizar un largometraje. Si no se hubiera producido dentro de la serie de películas con más acérrimos seguidores del mundo occidental, solo sería una anécdota más sin importancia como tantas otras que han sucedido en los rodajes cinematográficos. Entonces, ¿qué puede ofrecer este documental a los que no son tan fanáticos de Star Wars?
La idolatría por estas películas que uno de sus realizadores, Marcos Cabotá, exhibe sin rubor ante la cámara se acaba canalizando adecuadamente hacia un terreno más razonable. Se describen unos acontecimientos que serán anecdóticos, sí, pero también muy significativos y esclarecedores de los implacables mecanismos que mueven a la industria del cine, capaces de privar de ese instante de protagonismo a un actor sin ni siquiera comunicárselo previamente y, seguramente, como castigo por una indiscreción –revelar el final de su personaje a la prensa– demostrada como falsa en este documental. Mecanismos que bien podrían haber dado al traste con este mismo proyecto ante la nula colaboración de Lucasfilm –no aparecen extractos de las películas–, si no fuera por la habilidad de sus directores para sortear los procelosos mares de los derechos de reproducción de las imágenes originales con ilustraciones más que efectivas.
Poco importa si David Prowse era un buen actor –su voz era doblada por James Earl Jones para evitar su marcado acento inglés– porque aquí se trata de acercarnos a una intrahistoria del cine a través de su personalidad. Como ya hiciera el otro codirector, Toni Bestard, con un figurante de El verdugo (Luis García Berlanga, 1963) en su cortometraje El anónimo Caronte (2007), importa más destacar al ser humano que a su verdadera importancia como artista. De hecho, Prowse parece orgulloso de haber sido condecorado por la reina de Inglaterra por otro personaje, Green Cross –un superhéroe televisivo ideado para la noble misión de inculcar a los niños nociones de seguridad vial–, sin necesidad de esperar que sea considerado un alarde interpretativo.
No nos engañemos, David Prowse seguirá siendo un desconocido para la mayoría de los espectadores, y lo sería aunque hubiera interpretado a cara descubierta la muerte de Darth Vader. Pero gracias a este documental su destino quizá sea algo más grato que el de tantos otros figurantes de Star Wars que firman autógrafos en convenciones inauditas por el único mérito de haber estado bajo la máscara de insignificantes personajes de esta saga. Sin duda, carne de cañón para cineastas menos compasivos que Cabotá y Bestard.