Crítica en 200 palabras (o casi): El chico de Oklahoma (1939)

Lugar de proyección: mi hogar, dulce hogar.
Formato de proyección: DVD.
Valoración: ★★★ (Quizá la vuelva a ver).
Ahí va la crítica:
El chico de Oklahoma (The Oklahoma Kid) (Lloyd Bacon, 1939): Tenemos tan asociados a James Cagney y Humphrey Bogart con el cine negro, que cuando aparecen vestidos de vaqueros nos parecen disfrazados, incómodos con su vestuario. Incluso su forma de andar parece inadecuada, sobre todo en Cagney. Sin embargo, si nos olvidamos del contexto de este wéstern –la ciudad de Tulsa durante la conquista del oeste–, en realidad su argumento y sus personajes no son tan diferentes a los de las películas policiacas. Hay una banda de criminales que pactan con los políticos el control de los casinos, las fuerzas del orden son incapaces de controlar la violencia e incluso la justicia se manipula para perjudicar a un candidato honesto a alcalde. Se expone de forma muy contundente el dilema moral entre cumplir la ley hasta las últimas consecuencias o que los buenos se tomen la justicia por su propia mano, sin dar una respuesta confortable al espectador. Cagney encarna perfectamente esa ambivalencia con un protagonista atractivo que actúa fuera de la ley justificándolo con buenos argumentos. Es por ello una película interesante ideológicamente hablando, que además está narrada a un ritmo trepidante, pero que tiene su lastre en la escasa profundidad de las relaciones entre los personajes.
Criterio de valoración:
● (No debería haberla visto)
★ (Espero no volver a verla)
★★ (Podría volver a verla)
★★★ (Quizá la vuelva a ver)
★★★★ (Seguro que volveré a verla)
★★★★★ (La veré varias veces)


