Cinema Nostrum

Blog de Rafael Nieto Jiménez, historiador del cine y empresario audiovisual

Crítica en 200 palabras (o casi): Furia (1936)

Furia

Lugar de proyección: mi hogar, dulce hogar.

Formato de proyección: DVD.

Valoración: ★★★★ (Seguro que volveré a verla).

Ahí va la crítica:

Furia (Fury) (Fritz Lang, 1936): La primera película estadounidense de Lang es tan efectista como desasosegante. El protagonista –encarnado con su habitual convicción por Spencer Tracy– sufre un linchamiento en un pueblo cuando le creen autor de un secuestro. La justicia popular es de nuevo, como en M, el vampiro de Düsseldorf (1931), denunciada precisamente por ser injusta en comparación a la que debe ejercer el Estado, siempre más garantista, aunque también se exponga de pasada el peligro que ésta corre en manos de políticos sin escrúpulos. La oscura visión que Lang tiene de la sociedad y la política, sin duda influida por los estragos que las ideologías extremistas estaban provocando en el mundo, alcanza incluso a su protagonista, cuyo odio le lleva a ser tan despiadado como sus agresores. Eso sí, el amor incondicional de la bella Sylvia Sidney conseguirá restablecer la paz, como manda el inevitable final feliz hollywoodiense. Lang demuestra su adaptación a ese sistema entregando una película vibrante que remueve internamente al espectador, pero tampoco exenta de algún recurso facilón o demasiado inverosímil, como es la grabación cinematográfica que sirve de prueba condenatoria contra los linchadores, increíblemente bien rodada para estar realizada en un tumulto. En cualquier caso, una película inolvidable.

Criterio de valoración:
● (No debería haberla visto)
★ (Espero no volver a verla)
★★ (Podría volver a verla)
★★★ (Quizá la vuelva a ver)
★★★★ (Seguro que volveré a verla)
★★★★★ (La veré varias veces)

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2 pensamientos en “Crítica en 200 palabras (o casi): Furia (1936)

  1. Fernando en dijo:

    Avanza lenta pero segura la retrospectiva completa de Fritz Lang. Hoy, nuestro querido bloguero nos brinda un certero juicio sobre las virtudes (manifiestamente grandes) y los defectos (relativamente pequeños) de la primera película norteamericana de Lang, la excelente «Furia», con la cual se inauguró el que para mí es en conjunto el periodo más fructífero y esplendoroso de su dilatada carrera.

    En «Furia», a semejanza de «M», el propósito es diagnosticar una enfermedad social general a través de un caso humano particular; pero yo creo que los defectos cinematográficos que achaco a «M» están bastante minimizados en «Furia» -aunque no hayan desaparecido por entero- por cuanto el enfoque es más conciso y riguroso a la vez que más cálido y emotivo. Su denuncia de las turbas linchadoras y de la histeria colectiva es eficaz, pero no está del todo exenta de esquematismos demagógicos y exageraciones folletinescas. Para mí está mucho más logrado, y es mucho más interesante, un aspecto de «Furia» que raramente se menciona entre los críticos, a saber: su implacable crónica de la progresiva degeneración moral que experimenta una buena persona a causa de unas inmerecidas humillaciones y tragedias provocadas por la estupidez y la maldad ajenas. Con respecto a ello, Fritz Lang mantiene una saludable ambigüedad equidistante en el plano ideológico, no inspirada por un cobarde deseo de nadar y guardar la ropa, sino por una aguda consciencia de la infinita complejidad del mundo, y bascula entre dos aforismos de Nietzsche aparentemente antagónicos pero realmente complementarios: «Lo que no te mata te hace más fuerte… con tal que consigas matar lo que intentó matarte» (resulta curioso, por cierto, el hecho de que jamás se cite popularmente la segunda mitad de este dictamen) y «Quien lucha contra monstruos debe tener mucho cuidado para no convertirse él mismo en uno».

    Un factor que reduce parcialmente el alcance potencial de «Furia» es que Lang hubo de someterse a regañadientes a varios de los absurdos mandatos del código interno de censura cinematográfica -más conocido como «código Hays»- que estuvo vigente en Estados Unidos desde principios de los años 30 hasta finales de los años 60 del siglo XX. Tal código fue redactado a medias entre un militar retirado y un sacerdote jesuita, y su resultado fue que, como dijo alguien chistosamente, Hollywood acabó siendo durante cuatro décadas una industria de judíos empeñada en imponer una moral católica a una Norteamérica protestante.

    De ahí provino el poco convincente moralismo de ciertos segmentos de «Furia», incluida la exaltación de la redención por amor. Asimismo quedó cortada de raíz una de las intenciones fundamentales de Lang en esta película: su concepto originario había sido que el protagonista fuera verdaderamente autor de algún crimen horrendo, para poder plasmar así su opinión de que la justicia popular es mala de por sí -con independencia de que quien la sufra en sus propias carnes sea culpable o no de las barbaridades a él atribuidas-, y de que no sólo es mala porque debido a algún eventual error de apreciación puede recaer a veces en un inocente indefenso.

    Así y todo, Lang demostró, durante el resto de su carrera, que aprendió enseguida a pactar con el diablo y sacar provecho, en la medida en que su filmografía norteamericana, salvo ocasionales patinazos, supo sortear hábilmente las cortapisas censoras introduciendo de contrabando numerosas ideas más o menos subversivas, y a cambio pudo servirse del enorme arsenal de medios técnicos y la inmensa cantera de talentos humanos que Hollywood puso a su disposición.

    Y por lo que se refiere a eso de que Fritz Lang piensa que la justicia que debe ejercer el Estado es muy preferible por ser más garantista que la justicia popular… vaya, mucho me temo que, aquí, nuestro querido bloguero confunde ilusamente sus propios pensamientos con los de Lang, deformando gravemente la idiosincrasia de éste último. La obra de Lang tiene por costumbre dejar traslucir una profunda desconfianza hacia cualquier autoridad y cualquier Ley; véase, si no, su película inmediata, la desgarradora «Sólo se vive una vez», así como «La venganza de Frank James», «Encubridora», «La gardenia azul», «Los sobornados» o «Más allá de la duda», por citar sólo algunos de los ejemplos más prominentes en esta cuestión. Lang ve la justicia estatal como, esencialmente, la entronización de una violencia institucionalizada contra el individuo, la cual, con su carácter frío, rutinario y burocrático, ni siquiera cuenta con la excusa del apasionamiento de las buenas intenciones desencaminadas, y encima se ve reforzada por una cohorte de detestables sujetos que la apoyan pasivamente (mirando hacia otro lado mientras no los salpique la sangre) o activamente (sacando tajada a base de cultivar corruptelas y cohechos).

    Pero ya habrá oportunidad de explorar más a fondo este y otros muchos apartados a lo largo de esta bienvenida retrospectiva completa.

    • Aclaro que es en esta película en concreto donde Lang aboga por la justicia del Estado sin vacilación, incluso a pesar de que pueda ser amañada por trucos de folletín seguramente improbables en la realidad. Lo que suceda en próximas películas de esta retrospectiva pronto lo averiguaremos, Lang también pudo ir cambiando su forma de pensar, o simplemente así eran los guiones que le ofrecían y él aceptaba porque se acercaban a su modo de pensar.

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